miércoles, 8 de enero de 2014

EL GRAN BOICOTEADOR DE LA FELICIDAD

El ser humano burgués y acomodado busca, en cada acto de su paradójica existencia, esclavizarse a la felicidad de comer perdices para siempre, sumido en la más aburrida vida que pueda escoger entre todas las que se le ofrecen.

Por más aventureros que sean algunos de nuestros genes, y aún gozando de algún que otro antepasado con simpáticas extravagancias, debemos hacernos justicia y reconocer nuestra tendencia a lo cómodo y a lo seguro —a lo hamburguesado—, tal vez como parte de asegurar nuestra supervivencia animal de especie.

Sin  embargo, habemos algunas personas que gozamos de la magnífica “suerte” de contar con un boicoteador interno de felicidad. Este boicoteador mide neuróticamente nuestra cuota de felicidad y estabilidad doméstica, y cuando ve que ha llegado a lo que considera su máximo —dicho sea de paso siempre lo mide de una forma caprichosa dependiendo de su humor hormonal— decide que es momento de entrar en crisis y acabar de una vez por todas con tanta felicidad hamburguesada y sustituir este maravilloso edén del comfortably numb por la incomodísima incertidumbre.

Para la mayoría, esto no funciona así, y por ellos se quedarían por siempre y para siempre, porlossiglosdelossiglosamén, siendo unos espectadores robóticos de la vida, sin más aportación que sus deshechos matutinos y algún otro descaro, si no fuera por las crisis exógenas de las que son víctimas.
Estas crisis probablemente se deben a un Gran Boicoteador de la felicidad humana edulcorada con ignorancia y pusilanimidad.

Así, todos, nos vemos sumidos tarde o temprano en la incomodísima incertidumbre que odiamos por caótica, rebelde y anárquica y que, sin embargo, regula al universo mismo en el que vivimos y del que algunos de nosotros incluso consideramos que formamos parte.

Yo pienso que es jodido que viviendo en un sistema incierto per se como lo es la vida misma, insistamos tan neciamente en construirnos vidas certeras y acomodadas. Y bien es cierto que sin crisis ni incertidumbre nada nuevo se podría crear.

Así que ahí vamos, quejándonos la mayoría de las veces, de la perra vida que nos trae de arriba para abajo, jugando con nosotros como si fuéramos unos don nadie, cuando en realidad no hay más que fijarse un poquito para ver que todo lo que se construye en primavera, se deshecha en otoño y se destruye en invierno. Algo parecido a lo que se hacía en Alemania después de la segunda Guerra Mundial, cuando se mandaban cavar zanjas por la mañana para taparlas en la noche y comenzar lo mismo al día siguiente. Acciones sin sentido lógico sin duda, pero tremendamente funcionales para volver a activar a una sociedad moribunda.

El Gran Boicoteador (interno y externo) quizá sea un sabio guardián de la vida que no mide la felicidad para tratar de apachurrarla caprichosamente, sino que se da cuenta en qué momento nos hemos aburguesado de más, tanto así que hemos comenzado a morir en vida, y para salvarnos tira por la borda todo aquello que hemos construido con tanto tesón y esfuerzo.

Lo que me recuerda un cuentito:
Un Maestro y su discípulo emprendieron un viaje a un lejano monasterio. En el camino pararon a pedir posada en una destartalada y miserable casa en la que vivía una familia igual de miserable y destartalada cuya única propiedad era una famélica vaca. Después de que aquella familia amablemente les ofreciesen lo que probablemente sería su alimento por los siguientes días, el Maestro y su discípulo se despidieron de ellos para continuar su viaje. Una vez fuera de la casa, el Maestro le pidió al discípulo que le ayudara a empujar a la vaca para que se despeñase por el barranco. El discípulo escandalizado le dijo a su Maestro que cómo era posible que les quisiera hacer tal cosa a aquella amable familia que tan generosamente los había acogido, que eran pobres, que aquella vaca era lo único que poseían… El Maestro miró a su discípulo como si fuera una despreciable hormiga y tomando carrerilla empujó a la vaca que cayó y se partió la crisma muriendo en ese mismo instante. Se sacudió las manos y en silencio prosiguió su camino haciendo caso omiso de los gritos e improperios de su joven discípulo. Cuando meses más tarde volvieron sobre sus pasos retornando de su viaje, vieron que aquella miserable y destartalada casa ya no lo era tanto. Para su sorpresa, estaba pintada y con flores en las ventanas. Era humilde pero ya no estaba descuidada y nunca se hubiera dicho de ella que fuera miserable. Así que a instancias del Maestro, tocaron a la puerta y la mujer les abrió. Para su sorpresa pudieron ver que aquellos miserables seres estaban muy cambiados, se les veía felices y limpios, la miseria había desaparecido definitivamente de ese hogar. Una vez sentados a la mesa, la mujer les contó que su presencia bendecía aquella casa pues la última vez que estuvieron en ella su fortuna cambió y que les estarían eternamente agradecidos por la suerte que ellos les habían proporcionado. El discípulo no daba crédito a lo que veía y escuchaba y no pudo reprimir su pregunta ¿Qué había sido aquello tan maravilloso que les había sucedido para cambiar su suerte? El marido les contó que el día en que ellos comieron allí, su vaca, su único bien, se había despeñado. Y que lo que en un primer momento vivieron como mala suerte resultó todo lo contrario. La vaca les daba lo suficiente para no morirse de hambre, así que nunca habían pensado en trabajar. Cuando se quedaron sin nada, la mujer había empezado a coser —lo cual hacía maravillosamente—, él había conseguido un trabajo como carpintero y ahora hacía muebles y había descubierto que se le daban muy bien. Ganaban dinero y con él pudieron pintar la casa. Los hijos atendían a la escuela. Eran felices. La mujer dijo que si la vaca no se hubiera caído, ellos no hubieran sabido que podían llevar una vida mejor de la que llevaban y ser más felices de lo que eran.

Así que al final voy a tener que agradecer a la insufrible incertidumbre en la que la vida me tiene sumida. ¿Será posible? ¿Acaso me aguarda una vida más plena de la que tenía antes de que mi boicoteador interno decidiese tirar por la borda todo lo construido? Puede ser. La verdad es que poco me importa lo que venga. Sólo tengo hoy, y aunque busco, en este soleado y gélido día, razones por las que quejarme… la verdad es que no las encuentro. Ya me palpé todita y estoy entera. Me duele la garganta pero como decía mi madre: señal que tengo garganta. Mis descendientes están igual de intensos que siempre, es decir vivos. Mi perra me mira entre condescendiente y aburrida. Todo está bien. A pesar de que todo se ha ido al traste, sigo con ganas de… Interesante.