sábado, 13 de junio de 2015

PARA SIEMPRE ES UNA PROMESA DE MUERTE

Viajo por el lenguaje y aterrizo de golpe en una palabra de la que siempre me ha gustado su sonido que evoca tierras lejanas: tabú. Desde que llegó en 1777 a un occidente que ya no creía en la magia, se utilizó para denominar prácticas prohibidas y pasó a engrosar los barrotes de esta sociedad militarizada en la que aún tenemos que vivir.
La palabra me lleva a una orilla, como depositada por una ola de mar, en la que restan dos pilares de la vida: el sexo y la muerte. Ambos tabúes fácticos, aunque por lo alto, como sociedad, nos jactemos de su legalidad e incluso libertad.
Si la sexualidad está inundada de tabúes, si la muerte es casi innombrable, ¿qué espacio tiene la vida para desarrollarse?

A veces el espíritu —o las ganas del alma— necesita expandir el territorio para poder seguir jugando. Algo así les debió suceder a los europeos en la Edad Media cuando se lanzaron a la mar en busca de nuevas rutas de comercio. También a algún que otro pirata como el legendario Capitán Misson que fundó Libertaria para escapar del sistema europeo y hacer un mundo más acorde a sus ideales, en el que ni la esclavitud, el dinero, ni la religión existieran.
De la misma forma el espíritu de los humanos del siglo XXI, necesita expandirse derribando tabúes que lo limitan y asfixian la posibilidad de seguir desarrollando tanto la conciencia como nuevas condiciones para la prosperidad de la vida.

La sexualidad como la muerte —Eros y Tánatos— abarcan tanto lo privado como lo público. A veces se piensa que gozamos de una regulación pública para poder vivir estas dos facetas libremente de forma privada, y no es así. Lo que nos lleva a preguntarnos sinceramente hasta qué punto somos libres para vivir la sexualidad que necesitamos vivir y así permitir la expansión de nuestras ideas y de nuevos vínculos sociales que no se limiten a la familia (católica, cristiana y romana).
De la sexualidad hemos hablado, al menos yo, hasta el hartazgo ya, sintiendo como siento que a lo que nos dirigimos como especie de una nueva era es a preparar las instancias del amor, un amor que aún está lejos de vislumbrarse en el horizonte de nuestras relaciones actuales.
Pero en lo que aún no me había detenido es en lo esclavizados que estamos con respecto al tema de la muerte, gran tabú de nuestro paradigma actual.

El occidental ha jugado con el tema de la vida eterna gracias a la alquimia, fascinado con leyendas que le han llegado de oriente, pero el hombre moderno con su método científico, logró enterrar los sueños de inmortalidad en el foso de los imposibles y así una ciencia que unía y mezclaba —haciendo honor a su nombre— muchas facetas del ser, se vio transformada en otra que sacó de cuajo a lo invisible de la ecuación, quitando la raíz de Dios (Al) y quedándose sólo con la quimia. De ahí el "nacimiento" de la Química moderna, fascinante pero igual de fría que sus laboratorios.

Hoy no pretendo hablar de nada sino dejar ahí en puntos suspensivos el tema que me tiene ocupada este ciclo solar. Poco a poco se va tejiendo el tema del sexo con el de la muerte, para poder llegar a presentar finalmente al gran invitado de la nueva era: el Amor.  Un proyecto ambicioso que me priva de otro tipo de aficiones pero al que despacio y en silencio le estoy dando —como a mis hijos— "los mejores años de mi vida".

¿Tiene acaso la muerte la posibilidad de convertirse en un gran orgasmo desde el cual fundirnos con nuestro verdadero Amante? De ser así ¿Podría ser la sexualidad la preparación para el ocaso de lo conocido y la puerta (mandorla, vagina) para entrar a la vida eterna? Nada de esto es nuevo, los alquimistas taoístas surcaron este tema y cuenta la leyenda que algunos hombres alcanzaron la inmortalidad copulando. Siendo esto así ¿Qué actualidad tienen estas historias? Y siendo como soy occidental no puedo evitar preguntarme ¿Cómo llevar toda esta mezcla de filosofía, magia, alquimia, ciencia, conocimiento y saber, a la práctica para poder no sólo morir dignamente sino incluso de forma sublime?

La vida y la muerte se entretejen, se nutren una a otra. Nada de esto es nuevo, no sólo los taoístas, sino los griegos, los tántricos, y por supuesto los psiquiatras como Freud, W. Reich, Jung, etc... exploraron con estas dos energías de Eros y Tánatos. Aún así, sin pretender descubrir ningún hilo negro sino más bien acercar mundos, creo que merecen una relectura, una actualización para que podamos aplicar en nuestro tiempo conceptos que nos ayuden a vivir plenamente y a morir gozosamente, desterrando un poco el drama y el dolor, la confusión, el miedo y la frustración, para poder al menos componer una canción de bienvenida a eso, que de otro mundo es y que tan poco conocemos aunque nos hartemos de nombrarlo, ese forastero que llamamos Amor.

Sólo el amor trasciende y traspasa la barrera del tiempo y el espacio; Amor vincula la vida y la muerte, es amigo de los dos antagonistas. Une lo desunido, concilia los opuestos, reúne lo disperso.
La vida cambia, la muerte conserva, al menos, el recuerdo que ya no se verá modificado por una nueva experiencia. Sólo por hoy es una promesa de vida; para siempre, es una promesa de muerte que sólo los inmortales podrán cumplir.



(la foto es de La Mujer del Mar)



domingo, 22 de febrero de 2015

EL PÉNDULO DEL AMOR

Sólo sé que no sé nada. Que el otro y el amor son más misteriosos que la muerte. Que Marte y Venus tienen cada uno su órbita, y que el Sol es distinto, aunque no lo parezca, cada mañana… cada mañana.

Y así pienso que con el amor pasa a veces como con el saber, contra más conoces al otro más lejos te sabes de él.

Es por ello que a veces es más apasionante permitirte amar a un desconocido hasta que te arranque la piel de los huesos, a contemplar desquiciada como tu media naranja te cuida la piel de los mismos para evitar que un día te desintegres como quimera.

Al abordarse dos personas que son nada la una para la otra, en ese cortejo ciego, en esa seducción inocente, allí, sólo allí, la soledad se llama misterio.

Cuando el Conejo de la incertidumbre nos invita a las Alicias a aventurarnos a un agujero desconocido y misterioso, de ninguna manera querríamos cruzar ese umbral acompañadas. De hacerlo, el encanto se disolvería y la aventura se convertiría en viaje turístico, con escalas y tours planeados de antemano.

La aventura del enamoramiento es por ello efímera, como un relámpago. Un destello de luz tan potente que es capaz de fecundar el océano primordial, la sopa primigenia; capaz de incendiar un bosque antiguo o simplemente iluminar un momento la noche más profunda.

El látigo de la vida nos sacude las entrañas de tal manera, que dejamos por un instante de temer la soledad y la muerte, encarnando no la inmortalidad, sino la mortalidad más humana y vulnerable, haciéndonos creer que somos invencibles. Pues como a Frankenstein, aquél rayo relampagueante le devuelve la vida a nuestra sombra, a nuestros otros Yo muertos y olvidados hace tiempo.

En contraste, el amor maduro, cocinado a fuego lento como un buen mole, puede llevarnos a la soledad tan certeramente como la vida nos lleva a la tumba; y puede llevarnos a la tumba tan certeramente como lo hace el tiempo.

Nunca me he sentido tan sola en soledad como me he sentido en compañía. Nunca tan abrumadamente sola entre desconocidos, como cuando en la intimidad del amor, mi otro de años me ha abandonado por tratar de retener a una yo, que ya no soy.

Así es probable que algún día vuelva a dar un “Sí quiero” y atenerme a un “Hasta que la muerte nos separe”. Ese día llegará cuando acepte mi inevitable mortandad, y desde la fragancia del amor, comience a cavar lentamente mi tumba y a preparar mis funerales. Sembraré entonces un jardín de mí misma en el otro, para que su alma me recuerde siempre y sus labios lleven en la eternidad sabor a mí. 

Pero mientras me sienta inmortal e invencible en mi humanidad vulnerable, no cejaré de buscar relámpagos y tormentas, que me despierten cada vez que me he muerto un poco en brazos de amores compañeros, que se aferran a una mujer que hace tiempo que dejó de ser ella y se transformó en futuro, en sueño, en promesa.

El amor maduro, ese que sostiene y acuna, que acompaña y apuntala, nos va durmiendo hasta la noche del alma, mientras nos susurra una tierna canción de cuna para que no nos asustemos a la hora de morir, para que no muramos de repente, sino que vayamos muriendo, tomados de la mano, en aquella fidelidad que años atrás pactamos; consolándonos, al hacernos pensar que en la realidad construimos algo que perdurará más allá del paso de las arenas, en el reloj del tiempo.

Pero, tanto si somos alcanzados por un rayo fatal que nos fulmina con el impacto de su fuego, como si nos dormimos en vida hasta llegar a una muerte indolora, moriremos. Y moriremos igual de solos que nacimos, igual de desnudos, de pobres y de vulnerables. Pero a veces me ronda la inevitable pregunta: de existir el otro lado ¿prefiero nacer tan dormida como un anciana rendida en los brazos de la seguridad del amor o tan despierta como el fuego de un relámpago alado?

Quizás un Martes me incline por lo primero y un Viernes por lo segundo, o viceversa. Quizá en luna llena busque relámpagos y en luna nueva busque un corazón que teja mi mortaja mientras me canta una canción de cuna, o viceversa... Lo más probable es que me pase la vida como un péndulo, moviéndome eternamente —y gracias a ello— entre esos dos polos, que, yo al menos, nombro indistintamente como Amor.

miércoles, 21 de enero de 2015

PECAR, COMO DIOS MANDA, TODOS LOS DÍAS. AMEN.

“Una persona, cuando no está reprimida sexualmente, desea una vida de placer, tiene mayor discernimiento y no se somete al sufrimiento continuo, al autoritarismo, al fascismo ni a los procesos emocionales enfermos y no amorosos”. 
Wilhem Reich. La Revolución Sexual.

A mí esta frase me dice tantas cosas… Celebro que la carrera del Dr Reich le haya conducido a tales descubrimientos que aún están muy lejos de permear a nuestra cultura.
Cuando hablamos de sexualidad, sin embargo, es ciertamente muy fácil limitarnos a la genitalidad. Esto es debido a la cultura y a la religión, que han sido durante cientos de años los responsables de nuestra educación.
La revolución sexual, a mi parecer, debe nutrirse de una revolución espiritual. Hay que renovar los conceptos de conexión, de unión — esto es, yoga, religar—, y desde ahí, replantear la amplificación de los estadíos del alma en su viaje de consciencia y aprendizaje servicial.

¿Y con quien renovarnos antes que con nosotros mismos?

La energía sexual inunda todos los espacios del cosmos, de la misma forma que lo hace la energía mental y aquello que de forma ignorante llamamos amor. Es tan grande el universo sexual que quizá por ello se ha buscado reprimir y machacar tanto.
Es cierto que cuando uno se libera de la represión sexual, de la culpa que la cultura nos ha impuesto ante el placer y el gozo, el ser comienza un vuelo, ¡el alma comienza un vuelo! y, sin lugar a dudas, un alma alada es mucho más difícil de ser atrapada y por ende coartada de su libertad.

Ahora bien, en mi humilde experiencia, las peores y más peligrosas cárceles están adentro de la persona; muy concretamente en el ámbito de las ideas —introyectos—, de los referentes afectivos, y de los patrones de conducta. Es por ello que un primer paso es una revolución sexual —que ya hemos visto cómo en la humanidad ha ido de la mano con la liberación femenina—, el librarnos de los tabúes y de la represión. Pero, la experiencia es muy pobre si no se ve acompañada de un camino, largo, comprometido, digno… de liberación espiritual.
Cuando digo liberación espiritual lo significo de forma textual. 

Hay que liberar al Espíritu de la cárcel de la ignorancia humana.
La ignorancia es la fuente de todo mal y de todo sufrimiento, no hay más. Pero difícil es el camino de hacerse uno más inteligente (obviemos que al hablar de inteligencia me refiero a la única que existe realmente, la que abarca todos los rubros del alma y del cuerpo humano). 

¿Por dónde empezar? ¿Cómo alimento mi inteligencia? ¿Cómo expando mi mente?
Muy sencillo: yendo más allá de mis límites. Para lograrlo, hay primero que ubicar esos límites y luego, ir más allá de ellos.

Sin duda, hay entornos que nos facilitan la expansión de nuestra conciencia (entorno, léase personas, ambientes, prácticas, etc.) y entornos que nos merman capacidades y nos hacer más ignorantes.

Se nos ha dado la capacidad de elección, o científicamente diremos que la especie humana ha desarrollado la capacidad de elección, ha expandido su mente hasta allí, a diferencia de otras especies. Dentro de las posibilidades de elección que tenemos está la primera, la primerísima, que nos relata la Biblia en el Mito del Edén: Comer del árbol del Conocimiento o de la Ciencia del Bien y del Mal; o bien mantenernos en el estado de ignorancia infantil animal que obedece y es mantenido, que no tiene capacidad de respuesta individual.

Sí, me parece que esta elección es la que el Tejido de la Vida, nos plantea cada mañana, con cada nuevo amanecer: ¿comerás hoy del fruto del Árbol del Conocimiento o no lo harás?
Si lo haces, te darás cuenta de muchas cosas… y con ello tendrás la oportunidad de aprender, de expandir tu consciencia, de salir de tu ignorancia, y con el tiempo y con práctica, mucha práctica, dejarás de sufrir; al dejar de sufrir aprenderás tímidamente a gozar; al experimentar los primeros estadíos de gozo podrás comenzar a recrearte y crear, expandiendo así no sólo tus límites sino los de la Humanidad. Podrás poner tu grano de arena en el progreso de la especie humana. Flotarás hasta permitir que el tiempo y el espacio se rompan, para generar nuevos espacio/tiempos, mucho más flexibles, que a su vez se conformen en entornos que promuevan la liberación. Estos espacios/tiempos pueden ser energéticos, musicales, formales, ambientales, artísticos, tecnológicos, humanos… no hay determinaciones, pero lo cierto es que promueven en otros la liberación, la sorpresa, la esperanza, el desafío, la búsqueda, la sed y el hambre de… evolución. Revolución.

Si no comes el fruto de aquél árbol que tan mala fama tiene, un día más vivirás una vida que alguien o algo más diseñó, y no la diseñó para ti.

Esta segunda opción, no está ni bien ni mal, sólo que los abismos entre la humanidad que da pequeños pasos hacia la libertad de los espacios del alma, y la humanidad que da grandes pasos hacia la esclavitud, son cada día más notorios. Las puertas de esta cárcel están abiertas de par en par. Esta dictadura arrasa en cada votación democrática. Esta prostitución tiene el beneplácito de la puta, del cliente, del policía y del padrote.

Yo imagino, porque puedo —tengo un cerebro que hasta el momento funciona magníficamente—, porque debo —para algo se habrá tomado la Vida la molestia de diseñarme así de impecablemente perfecta—, imagino un futuro "próximo" (cientos de miles de años quizá, o tal vez en los siguientes diez… todo puede ser) semejante a cuando convivían distintas especies de homínidos en el Planeta y el Homo Sapiens se erigió como la especie más exitosa finalmente.
Digo que esto será próximo porque me da la impresión que esto ya está sucediendo; el mundo está más dividido que nunca a nivel de consciencia.

Antiguamente las personas que tenían acceso a salir de la ignorancia eran tan pocas que no figuraban realmente a la hora de hablar de Humanidad. Hoy en día, la cultura, Internet, el derecho a la libertad de culto, de expresión, y —muy determinante— la inclusión de lo femenino en la Humanidad como agente activo que puede, —es capaz—, de aportar avances, hace que vivamos un momento evolutivo que puede ser muy interesante. En presente vemos que la Humanidad se está polarizando: hay grupos humanos que están expandiendo su consciencia de forma vertiginosa; hay grupos humanos que se aferran fanáticamente a sus creencias y tradiciones; hay grupos humanos que no tienen acceso a ninguna de las bondades de esta época; y hay grupos humanos que optan por seguir siendo sanguijuelas del sistema. Éstos últimos dos grupos son los más numerosos, pero los primeros dos ya hacen el suficiente ruido en el Planeta como para que se puedan definir y catalogar.

Adan y Eva en el Siglo XXI. El Ave y la Nada… la posibilidad de volar, la posibilidad de pintar, de cantar en los espacios vacíos de la Nada fecunda, que nos permiten inventar mundos nuevos, a partir de los jardines paradisíacos en los que ya residimos gracias a nuestros ancestros.
Nuestros jardines, nuestro jardín, es nuestro cuerpo. La Nada de Adan es nuestra Consciencia, nuestra Mente; el Ave de Eva es nuestra Alma, nuestra Psique; la manzana es el Gozo, el Triunfo; la Serpiente es el Deseo, el Eros que nos empuja a conocer (como en el mito de Eros y Psique); el Árbol es la Vida, que se arraiga fuertemente en nuestra Madre Tierra y se expande hacia el Cielo, siendo alimentado diariamente por su Luz.

Ciertamente masturbarse -o dicho de forma más femenina: reconocerse amorosamente para gozarse divinamente— como un ritual diario o al menos habitualmente, es, sin duda, una forma magnífica de comenzar a conocer el Paraíso que somos, los límites que tiene y así comenzar a expandirlos.

Buen día de pecados originales. A ver si es verdad que empezamos a pecar de forma original de una vez por todas y dejamos de hacerlo como todo el mundo.

Este rollo patatero que me acabo de aventar fue inspirado por un artículo acerca de la masturbación que aparece en la página de internet del Tesoro de Lilith. Aquí se los dejo.